En plena era de la inteligencia artificial, donde algoritmos predicen precios y robots reparten mercadería, los almaceneros bonaerenses encontraron su arma más eficaz contra los abusos: un grupo de WhatsApp. No usa blockchain ni machine learning, sino el viejo principio del 'unidos no nos pasan por arriba'. "Ya lo hablamos todos en el grupo. Somos un montón, ¿eh? Cuando venga la prevendista le vamos a decir: no queremos nada', explicó Fernando Savore, vicepresidente de la Federación de Almaceneros de la Provincia de Buenos Aires (FABA) y de la Confederación General Almacenera Nacional, en diálogo con Radio Rivadavia. El dirigente se refería a una anécdota puntual, sobre un producto determinado, pero la modalidad es constante para todo tipo de artículos que vienen con aumentos desmedidos.
Fernando Savore, vicepresidente de la Federación de Almaceneros de la Provincia de Buenos Aires (FABA).
Esta estrategia colectiva no sería necesaria -advierte Savore- si las grandes empresas entendieran la contundente lógica que hoy impone el mercado: los precios sólo se sostienen cuando el consumidor final los valida.
El potencial de ese chat es significativo: la Federación de Almaceneros de la Provincia de Buenos Aires (FABA) es una entidad gremial que representa a los pequeños y medianos comercios de proximidad en el territorio bonaerense y, fundada en 1970, agrupa a más de 26 mil almacenes, supermercados minoristas y autoservicios. En tanto, la CGA, es la organización nacional que agrupa a federaciones como FABA y otras entidades provinciales y abarca más de 60 mil comercios de cercanía. Savore, con protagonismo en ambas entidades, tiene desde hace décadas su comercio en Villa Sarmiento, partido de Morón.
En un contexto inflacionario donde cada peso cuenta, Savore describió una dinámica que se repite: las marcas líderes envían aumentos, pero terminan aplicando bonificaciones forzadas ante la resistencia de almaceneros y clientes.
Savore ejemplificó con casos concretos: una leche chocolatada que pasó de $4.500 a $3.000 tras quedar "invendible", o una gaseosa de primera marca que redujo su precio de $2.600 a $2.000 para competir con alternativas pymes. "¿Quieren vender? Bajen los precios. Si no, la gente elige otras opciones", afirmó. "Hoy un queso crema de marca líder está muy alto, pero cuando llega el día 15, tiran bonificaciones del 30%", detalló.
Esta práctica refleja lo que el presidente Javier Milei definió alguna vez como el "principio de imputación de Menger": los precios solo se sostienen si el mercado los valida.
La crítica de Savore evoca una figura emblemática de la lucha contra los abusos de precios: Lita de Lazzari, quien en los 90 lideró desde la televisión campañas para que los consumidores compararan costos. Hoy, sin un personaje similar en escena, son los almaceneros como Savore quienes asumen ese rol. "El cliente ya no valida lo injustificable. Recorre, pregunta y elige lo que le cierra", afirmó.
El dirigente destacó el crecimiento de empresas locales que, con precios más accesibles, captaron la confianza de los consumidores. "Una pyme de pan lactal que empezó con 5 empleados hoy tiene 120. La gente ya no mira solo la marca, busca el precio", señaló.
La presión a los hipermercados
Savore cuestionó también a las grandes cadenas por su trato con los proveedores pymes: ¿Qué pyme puede venderle a un hiper que paga a 60 días?". Frente a esto, los almacenes de proximidad se volvieron refugio para los consumidores.
"No nos asustemos de que va a haber faltantes porque lo que sobra es mercadería", concluyó Savore.
La historia detrás del grupo de WhatsApp
La historia detrás del grupo de WhatsApp que hoy articula la resistencia de los almaceneros tiene raíces que se remontan a más de una década, según narró a El Cronista Fernando Savore. En sus comienzos, el formato era físico: los comerciantes se reunían en galpones alquilados para organizar compras conjuntas. Cada uno hacía su pedido, y luego se formalizó el proceso mediante una Asociación de Colaboración Empresaria (ACE), que centralizaba las compras y facturaba a cada integrante. Con el crecimiento del modelo, se conformó un consorcio de cooperación que llegó a operar desde un gran galpón en Morón, comprando directamente a fabricantes y logrando precios hasta 17 puntos más bajos que los mayoristas. Sin embargo, el costo operativo -empleados, logística, administración- empezó a absorber entre un 7 y un 8% de los márgenes de los comercios medianos, lo que dejó en pie solo a los más grandes, como el llamado "Grupo 2000".
Frente a esa exclusión, surgió una alternativa más accesible: los grupos de WhatsApp. "Son varios,", aclaró a este diario Savore, y explicó que allí se comparte información en tiempo real sobre ofertas, aumentos, censos informales y hasta relevamientos por zona. La dinámica es horizontal y constante. Si una cadena lanza una promoción de harina, alguien la publica. Si un producto sube de precio, se alerta. Si un preventista pregunta cuántos comercios cerraron en una zona, la respuesta se replica en otras provincias.
"La información que tenemos nosotros es humilde, pero de piso", resume el dirigente, marcando la diferencia con los análisis macroeconómicos. En una de las capturas compartidas por los integrantes, se lee una frase que condensa el espíritu del grupo: "¿Vital tiene harina barata? Pasen el dato urgente, que acá nos están matando con los precios". Esa red informal, nacida de la necesidad y sostenida por la colaboración, se convirtió en una herramienta de presión y de supervivencia.