Hay días en los que tenemos que apretar la pausa para recalcular el camino. Detenernos para evaluar las opciones, para elegir el sendero, para recargar energías.
Hay días en los que el cansancio pesa un poco más y la carga se hace más difícil de llevar. Momentos en los que nos fastidia hasta la conciencia y la coherencia se enemiga con la acción para ver quién lleva la razón.
Hay días en los que nos agotan las rutinas de siempre, las caras de todos los días, las "sin-respuestas" y las "mil-preguntas" que se replican por todos los canales y en todas las veredas.
Hastío de que nos digan cómo hacer lo que hay que hacer, pero de todos modos no hacerlo, porque está más allá de nuestra posibilidad de acción.
Hay días en pausa. Días en los que nos tenemos que aplacar para poder tomar fuerzas, asegurar el paso correcto y llenar de aire nuevo a nuestros pulmones.
Instantes en los que el verdadero coraje es mirar a nuestro corazón y hacernos responsables de sentir, de amar, de esperar e incluso de elegir otras opciones para nuestra vida.
Poner la pausa no es detener el futuro, es asegurarnos con certeza que el momento presente es el adecuado para que nuestro destino sea una bendición y que nos alegremos de que así sea.