Hay veces que quisiéramos tener el poder de detener el tiempo, de dar marcha atrás y borrar aquello que nos duele, o de eternizar las horas de dicha inolvidable. El tiempo siempre será la mejor excusa para justificar la acción o la falta de ella en nuestras vidas.
Si no hay de que charlar, hablamos del tiempo.
Si no llegamos a cumplir con un objetivo, culpamos al tiempo.
Si estamos cómodos y en compañía señalamos que el tiempo se fue sin darnos cuenta.
Si perdemos a los que amamos lloramos el tiempo que se fue sin compartir.
Si vemos llegar la noche y la tarea del día está inconclusa es responsabilidad del tiempo que voló.
El tiempo toma en nuestra vida el rol protagónico para lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo, lo necesario y lo superfluo. Maneja cada instante desde la tiranía o la contemplación de las decisiones.
El tiempo es oro dice el refrán, es riqueza para la vida, para las relaciones, para compartir para atesorar y para aceptar, y sólo podemos responsabilizarnos a nosotros mismos por su aprovechamiento o se derroche. El momento es ahora, y no podemos darnos el lujo de desperdiciar ni un instante más sin entender su tesoro.