Hemos vivido los días de acuerdo al arco iris que tenía el entusiasmo o la tristeza, seguramente hemos tenidos días blancos y otros muy negros y también algunos rojos inolvidables y unos azules increíbles.
Hemos vivido y en el tiempo voraz que transitamos, mantener el corazón agradecido es un desafío maravilloso.
No cuesta tanto si entendemos las reglas. La primera es la conciencia, porque la gratitud no es la consecuencia de los logros que alcanzamos sino a la inversa. De un corazón agradecido fluye un universo generoso.
Estamos colmados de bendiciones, un plato de comida, un vaso con agua, una cama caliente, una familia, los hijos, la pareja, el amor, el trabajo, la salud. Tenemos muchísimas cosas maravillosas en este momento. Darnos cuenta y valorarlo es agradecernos a nosotros por lograrlo. Es valorar el intento por realizarlo. Es sentir que estamos en el camino para ser felices.
Demasiado tiempo hemos pasado ocupados en lo que no tenemos, en lo que esperamos, en lo que tal vez nunca llegue y hemos aprendido a acumular frustraciones y enojos como algo común y rutinario. Resignamos al alma ante la cobardía de buscar un nuevo comienzo.
Abrazar la humildad es fundamental para reconocer la gratitud. Porque cuando nos amigamos con nosotros mismos, nos alegramos del principal don que poseemos: la vida.



