Vivir el personaje
Memorias del Alma | por Susana Platero
A lo largo de la vida asumimos distintos personajes, tal vez porque desde niños jugar a "ser otros" era muy divertido.
Asumir roles; ejercer derechos de superhéroe; fingir dolores; o montar escenas eran moneda corriente y con cada actuación comprobábamos el grado de efectividad y penetración en el entorno.
Nos llenaban de orgullo los aplausos cuando obteníamos un logro y de vergüenza cuando llegaba la penitencia o el reto por no hacer lo que se esperaba de nosotros.
Reprimíamos las lágrimas porque llorar "no era de valientes" y había que dejar el dolor con un "sana, sana colita de rana".
Cuando nos hicimos grandes, actuábamos para no desentonar con el entorno. Buscamos el modo de "encajar" en el rol que nos tocaba y fuimos más o menos honestos para que la acción no difiriera de la emoción. Y un día permitimos un cambio; otro día un silencio; y muchos más guardamos tan profundamente lo que somos, que olvidamos quienes éramos, aún ante nosotros mismos.
Nos perdimos en el camino y tal vez sea, esa extraña desolación la que nos embarga inexplicablemente cuando no somos felices.
Animarse a romper el molde autoimpuesto es un verdadero acto de coraje. Requiere de todo el amor de que somos capaces para volver a encontrarnos o para recuperar la varita mágica que nunca debimos entregar porque, cuando lo hicimos, perdimos la luz que nos hacía asombrosamente únicos, plenos, seguros y por sobre todo felices.