Por costumbre

Memorias del Alma / por Susana Platero

Nos acostumbramos tanto a vivir en nuestras casas que perdemos de vista el paisaje de las ventanas. Nos acostumbramos entonces a no mirar para afuera. Nos acostumbramos a cerrar los postigos porque es más seguro, entonces encendemos la luz. Y a medida que nos acostumbramos a lo que siempre está, olvidamos el sol, los árboles, el aire, el espacio.

Nos acostumbramos a vivir contra reloj, a despertar sobresaltados, a apurar a los gritos porque se hizo tarde, a desayunar corriendo y a llegar jadeantes a nuestro destino.

Se volvió un hábito no prestar atención a la vida que tiene el tiempo. Pasamos del día a la noche cansados y sin memoria. Dejamos de dar el beso de buenas noches o de pasar "buenas noches" hablando despacito y tejiendo ternuras.

Nos acostumbramos a ahorrar la vida sin darnos cuenta que la gastamos irremediablemente ¡viviendo!

Tal vez, al darnos cuenta, decidamos desacostumbrarnos para recuperarle a la vida el sentido que nunca debimos olvidar.