Otra tragedia por monóxido de carbono: murieron una abuela y su nieta
Las víctimas fallecieron tras una fuga de gas en plena ola de frío. Ya son siete los muertos por intoxicación en una semana. La falta de ventilación y controles, en el centro de las alertas.
La tragedia golpeó a la ciudad cordobesa de Cosquín en plena ola polar. María Isabel Sánchez, de 65 años, y su nieta María Álvarez Garay, de apenas 10, murieron por intoxicación con monóxido de carbono tras una fuga de gas en su vivienda del centro de la ciudad. Con ellas, ya son siete las personas fallecidas por esta causa en tan solo una semana en el país.
El hecho ocurrió en una casa ubicada en la intersección de Obispo Bustos y San Martín, donde vecinos alertaron a la Policía al no obtener respuesta desde el interior del domicilio. Cuando el personal del Cuerpo de Bomberos de Cosquín ingresó, encontró a la mujer sin signos vitales y a la niña en estado crítico.
La menor fue trasladada de urgencia al Hospital Domingo Funes, pero falleció poco después pese a los intentos por reanimarla. El diagnóstico fue claro: intoxicación por inhalación de monóxido de carbono.
"El ambiente estaba completamente cerrado, con muy poca ventilación, lo que favoreció la acumulación de monóxido", explicó el subcomisario José Molina, jefe de Bomberos local. "La atmósfera no presentaba niveles normales para la vida humana", agregó.
El origen exacto de la fuga aún no ha sido determinado, pero las autoridades remarcan la necesidad de extremar precauciones con estufas, calefones y otros artefactos en medio del invierno. La acumulación de este gas invisible, inodoro y altamente tóxico puede generar desde mareos hasta la muerte sin que las víctimas lleguen a notarlo.
Especialistas insisten en la ventilación constante, en no obstruir las salidas de aire y en la instalación de detectores de monóxido de carbono, dispositivos poco habituales en los hogares argentinos, pero clave para prevenir este tipo de desenlaces.
Además, remarcan la importancia de distinguir entre un escape de gas -que sí puede detectarse por su olor característico gracias a un aditivo odorante y una fuga de monóxido de carbono, indetectable sin equipamiento especializado.
La tragedia de Cosquín reaviva el debate sobre los estándares de seguridad en los hogares, la calidad de las instalaciones de gas y la falta de controles, especialmente en viviendas antiguas o en condiciones precarias.